LOS PERSONAJES. CARACTERIZACIÓN

        Afirma el autor en El olor de la guayaba (una conversación con Plinio Apuleyo Mendoza) que "Crónica de una muerte anunciada es sin duda una radiografía y al mismo tiempo una condena de la esencia machista de nuestra sociedad".
García Márquez presenta muchos personajes, lo que debemos relacionar con el carácter de crónica que tiene la obra, así como con el hecho de querer presentarnos la realidad desde distintos puntos de vista. La mayor parte son personajes planos  que carecen de profundidad psicológica.
En cuanto a su presentación, es normalmente el narrador quien lo hace y, a continuación, son valorados por otros personajes. En general no es una novela de personajes memorables, ni siquiera sólidos. El escritor, a partir de la condición de crónica de su obra y de la constante movilidad del narrador-cronista, ha preferido operar mucho más en extensión que en profundidad; y el abultado número de personajes sirve para contrastar puntos de vista.En cuanto a sus nombres, algunos se corresponden con familiares de García Márquez: Mercedes Barcha (su esposa), Luisa Santiaga (su madre), Luis Enrique (su hermano). En otros casos, la mayoría, está alterada y los textos del Nuevo Testamento parecen haber sido fuente a la que el escritor ha acudido: Pedro y Pablo Vicario, Lázaro Aponte, Poncio Vicario...
La caracterización de los personajes responde a la técnica de la visión indirecta a través de una voz interpuesta (la del narrador o la de otros personajes). Estamos, pues, ante el empleo generalizado de la heterocaracterización. Ejemplo: La madre del narrador poco puede decir de Bayardo. Duplica su casi nula información con generalizadoras opiniones: “Ha venido un hombre muy raro (…). El hombre raro se llama Bayardo San Román y "todo el mundo" dice que es encantador. Más extensa es la descripción del narrador, cuya estrategia consiste casi siempre en combinar la visión estática de los rasgos físicos con la captación dinámica, en acción o movimiento. “Llegó en el buque semanal con unas alforjas guarnecidas de plata que hacían juego con las hebillas de las correas […]”.
En todos los casos, además de la presentación por parte del narrador, se ofrecen otros puntos de vista con un enfoque multiperspectivístico. El narrador-cronista aporta sobre los personajes  datos concretos (posición social, entorno familiar, prosopografías, acciones, etc. Pero, por otro lado, está el autor implícito  que refleja la desmesura, mediante hipérboles, que en ciertos casos tiende a crear comicidad (la incontenida diarrea de Pablo Vicario, la muerte por tristeza del viudo Xius…).
En cuanto a la clasificación, hay que señalar, en primer lugar, el grupo de los personajes protagonistas: Santiago Nasar, Ángela Vicario, Bayardo San Román y los hermanos Vicario.
Un segundo nivel lo constituyen los testigos los testigos, que nos dan información de los hechos, a veces contradictoria.
 El tercer nivel es el que tiene que ver con el personaje-grupo, anónimo, caracterizado por su ruindad moral y su insolidaridad ya que “pudieron hacer algo por impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron”. Incluso acuden a ver lo que va a pasar “como en un desfile”.
El narrador no interfiere con sus juicios en el desarrollo del relato. Por esta razón, los personajes no son juzgados. Se los presenta tal como aparecen a sus ojos, con descripciones escuetas pero certeras, seleccionando cuidadosamente sus rasgos. Se deja que el lector extraiga sus conclusiones. Sin embargo, no debemos pasar por alto que el punto de vista del narrador es subjetivo. Veremos el mundo novelado a través de sus ojos.

PERSONAJES PRINCIPALES

SANTIAGO NASAR es un joven de 21 años,  de origen árabe, de familia de inmigrantes, rico, esbelto, con una finca y buena herencia, hijo único de un matrimonio de conveniencia y huérfano de padre. Se le describe como una persona obsesivamente preocupada por su imagen personal (hasta el punto de limpiarse los intestinos colgantes y andar elegantemente tras ser acuchillado), por sus trajes inmaculados de lino, sus armas, su afición a la cetrería, por cumplir con las ceremonias y aparentar nobleza y dignidad.  Pero, por otro lado, abusaba sexualmente de las jóvenes y se enamoró perdidamente de la prostituta principal del pueblo, María Alejandrina Cervantes. Abandona los estudios de secundaria al morir su padre para hacerse cargo de “El Divino Rostro”, la hacienda que heredó de él. Es alegre, pacífico, aficionado a los caballos y a las armas de fuego. Su machismo se concreta en andar persiguiendo las mujeres ajenas y guardar respeto a su novia, Flora Miguel, con la que está comprometido desde la adolescencia. Frecuenta el burdel de Mª Alejandrina Cervantes y acosa a las mujeres que desea (ha heredado de su padre las mañas de mujeriego). Es cazador de dos tipos de presas: aves y mujeres (recordemos la cita que encabeza el libro: “La caza de amor es de altanería”, es decir, de aves de alto vuelo), aunque al final será él quien resulte la víctima, sin que su madre, una intérprete certera de sueños, llegue a impedirlo (porque no interpreta bien los de su hijo).
Es asesinado por los hermanos Vicario al ser acusado por Ángela de ser el causante de su deshonra. La acusación que la ofendida reitera es el único testimonio de su culpabilidad, porque se suceden otras versiones exculpatorias, avaladas incluso por su conducta, por su tranquilidad, por su sorpresa al tener noticia de que lo buscan. Su función de ofensor queda en la incertidumbre; sin embargo, es muy cierto su definitivo papel de víctima de una venganza de honor.
A los HERMANOS VICARIO se los caracteriza desde la perspectiva de su brutalidad o su irracionalidad. Llevan trajes de paño grueso de color oscuro a pesar del calor ambiental asfixiante, beben en exceso y repiten obsesivamente su deber absurdo de matar a Santiago Nasar para limpiar su honor. Lo hacen para que se lo impidan, sin darse cuenta de que no había necesidad de pregonar su deshonra. Lo único que hacen con profesionalidad es afilar sus cuchillos de matarife. El hecho de que sean criadores de cerdos y carniceros especializados es simbólico. Señala directamente al horror animal del crimen.
Si no fuera por la acusación, falsa o no, de ÁNGELA VICARIO, no hubiera habido asesinato. Es la más bella y la menor de las hermanas Vicario, pero su “pobreza de espíritu” la convierte en el personaje que desencadena la tragedia. De humilde condición, posee un aire de desamparo. Se presenta como una muchacha sumisa, vestida de negro.  No es capaz de negarse a la boda con un hombre al que no quiere, ni seguir los consejos de sus amigas para engañar al marido la noche de bodas: se abandona a su suerte. No es capaz de callar cuando sus hermanos le preguntan por el causante de su deshonra (se decía que pudiera estar protegiendo a alguien a quien amaba de verdad) y acusa a un hombre probablemente inocente, el primero que le viene a la mente. 
Ante su pretendiente muestra al comienzo rechazo. Pero, aunque es “pobre de espíritu”, también es noble y sincera. Y al ser devuelta  a casa de sus padres, actúa con decisión al nombrar a Santiago Nasar como causante de su deshonra (misterio que no se aclara: ella nunca contó nada de lo que pasó aquella noche). Estamos ante uno de esos personajes de García Márquez a los que el autor dota de un oculto interior, de una inesperada capacidad de mutación que puede explicar su paso de pueblerina asombrada de que un rico y apuesto joven se fije en ella, a “garza guerrera” que libra el combate amoroso y enciende su pasión hasta el límite.

BAYARDO SAN ROMÁN es un hombre rico, de familia muy notable. Es guapo, viril, bien formado, deportista, buen bebedor y conversador. Por otra parte, es una persona prepotente y orgullosa acostumbrada a conseguir lo que se propone, avasallando, no sólo a Ángela y su familia, sino también al viudo Xius de cuya casa se había encaprichado. Luego, incapaz de sufrir la herida en su orgullo de marido estafado, se derrumba y se alcoholiza, y la gente lo considera la víctima de la tragedia.
Se presenta en la obra en el capítulo segundo, cuando llega al pueblo. Ingeniero de unos treinta años, es un hombre rico y bien vestido. Hijo de un general, es conservador, culto y de buen corazón. Representa al extranjero envuelto en el misterio (los habitantes del pueblo comentan de él que es raro y se inventan historias sobre su pasado). Su vida gira en torno a lo material, pretende ganarse a las personas, incluida su novia, mediante el dinero y las apariencias.

Su personaje va describiendo una línea de ascenso-ocaso. A la prepotencia que manifiesta en su relación con Ángela (quizás por su fortuna) sucede su declive al verse burlado y engañado por ella. No logrará vencer la vergüenza de la ofensa y su gesto es la huida, la soledad y el olvido. Pero, como Ángela, guarda en su interior esa desbordante pasión con la que García Márquez suele dotar a algunos de sus personajes. Y esa pasión es la que lo lleva a regresar con ella, gordo y calvo, con un simple “aquí estoy”, y con todas las cartas de amor sin abrir que Ángela le había enviado durante años. 
Desde la mitad del siglo XX, son frecuentes las novelas de personaje colectivo. Tal ocurre en La colmena de Camilo José Cela, en las obras del estadounidense John Dos Passos, o en Cien años de soledad, del propio García Márquez, en la que el personaje es la familia Buendía y quienes se relacionaron con ella, el pueblo de Macondo. Debemos pensar que el protagonista de Crónica de una muerte anunciada es Santiago Nasar, que es de quien más se habla en la novela, el hombre asesinado, en torno a cuya muerte se desarrolla el relato. Pero, ¿por qué no los hermanos Vicario, los asesinos, que ejemplifican la barbarie y la irracionalidad de un sentimiento del honor mal entendido? ¿O Ángela Vicario, la que enciende la mecha de una tragedia que no es posible impedir, y que termina su vida bien casada con Bayardo San Román? ¿O el propio narrador? Desde cierto punto de vista teórico se diría que el protagonista es el personaje que más tiempo ocupa en la narración, o sea, Santiago Nasar; sin embargo, también podemos pensar que esta novela es el retrato de una colectividad, de un conjunto de personas dominado por una idea corrupta, invertida, del honor. De hecho, los personajes, los testigos, más de ochenta, se van sucediendo uno tras otro, mostrando su incapacidad, su cobardía, y, en contados casos, su nobleza y humanidad. Con todo, es necesario establecer dos planos: el de los directamente implicados, los actores —Santiago, Ángela, Bayardo, los gemelos—, y el del resto de espectadores —el pueblo entero—, el coro de la tragedia.